El pasado mes de julio Slow Food reconoció el primer comedor Km 0 de Galicia, un pequeño colegio en Portomouro, en el concello de Val do Dubra, un municipio de apenas 5.000 habitantes, y en el que la dirección del colegio ha entendido este hecho como una ventaja para el desarrollo de los alumnos y alumnas, integrándolo como una pieza más de su educación.
Desde la organización internacional reconocen que esta decisión no es algo que se de con frecuencia, ya que en muchos casos los comedores escolares no son gestionados por el personal propio de los centros, sino que suelen ser servicios externalizados donde se sirven caterings que en mucho casos viajan cientos de kilómetros antes de ser regenerados en el momento de su consumo.
“Esta manera de trabajar, por muy buena voluntad que se tenga suele abocar en una alimentación de muy mala calidad, a menudo llena de productos precocinados de baja calidad nutricional con los que los niños generan una relación con la comida basada fundamentalmente en los sabores azucarados y el aspecto procesado. No es extraño encontrarnos con niños que aún viviendo a pocos kilómetros de la costa no reconocen más pescado que las barritas de merluza rebozadas o que no distinguen verduras o legumbres, que muy probablemente sus abuelos pocos años atrás plantaban en casa”, explican desde Slow Food.
En cuanto a cómo afecta este tipo de alimentación a su salud, la FAO advierte que en 2050 habrá más casos de muertes por resistencia a antibióticos que por cáncer y se achaca en gran medida a las malas praxis llevadas a cabo en la agroalimentación industrializada: exceso de antibióticos en la ganadería, piensos para el engorde de las reses, fungicidas y herbicidas en las cosechas, son factores que afectan a nuestra salud pero mucho más si se trata de niños, ya que su sistema inmunológico no esta desarrollado.
Comedor escolar Km 0
Por ello, este colegio gallego ha desarrollado un servicio de comedor que se abastece prácticamente al cien por cien de producto local y fresco: carnes criadas en libertad, frutas y verduras de temporada, legumbres de variedades autóctonas, pescados de proximidad, no es la calidad a la que estamos acostumbrados en un comedor escolar.
“Pero lo mejor de todo es que los niños han desarrollado una relación estrecha con su alimentación. El día de entrega de los alimentos, el repartidor no entra por la puerta del almacén de la cocina, sino que suele subir a las aulas para mostrar a los niños lo que van a comer esa semana”, comentan desde Slow Food.
Al frente de este primer comedor escolar Km 0 de Galicia se encuentra el cocinero Óscar Fernández quien, además de gestionarlo, personalmente se encarga de dar clases de cocina una vez al mes a los alumnos, que por grupos.
