Solo creando hábitos factibles en toda la cadena, desde la producción de alimentos hasta el consumo, conseguirá la llamada dieta mediterránea —declarada por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2013—, mantener sus beneficios en la salud y la sostenibilidad.
Es una de las principales conclusiones que se extraen de dos estudios de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), del grupo Foodlab, publicados en la revista científica International Journal of Environmental Research and Public Health, que señalan que recuperar la dieta mediterránea, con sus beneficios para la salud y el medio ambiente, implica dejar de presentarla como un modelo idealizado estancado en los años sesenta, recomendando que para que los ciudadanos vuelvan a seguir los principios de esta dieta es necesario observarla en su integridad, considerando tanto los alimentos como sus rituales y costumbres.
Reinventar la dieta mediterránea
“En vez de recomendar solo productos que se comían en el pasado, hay que empezar mirando qué y cómo se alimentan las personas hoy en día. Nuestro estilo de vida ha cambiado y ya no comemos como hace cincuenta años, no solo porque nuestros horarios de trabajo son distintos, sino también porque tenemos menos tiempo para cocinar o cada vez comemos más frente a una pantalla. Tampoco los productos son los mismos, ni los tiempos de cocción, ni los instrumentos de cocina con los que los preparamos. Por eso no tienen éxito aquellas campañas que proponen un modelo que es imposible cumplir en nuestra sociedad, asegura el investigador principal de los artículos, Francesc Xavier Medina, director a su vez de la Cátedra UNESCO de Alimentación, Cultura y Desarrollo de la UOC.
Según la investigación necesitamos contemplar la dieta mediterránea como una serie de aspectos culturales que son los que dan forma a nuestra alimentación y no solo como una tabla de alimentos. En este sentido, el estudio destaca que hábitos como comer en compañía compartiendo la comida o usando productos de cercanía son igual de importantes para la salud y el entorno, y tienen funciones tan beneficiosas como regular el apetito o favorecer la elección de comidas más saludables.
“La dieta mediterránea debe entenderse como un todo para poder conservar sus beneficios y adaptarlos a distintos países. Cuando hablamos, por ejemplo, de sostenibilidad, hablamos de mucho más que de medioambiente. Hay que incorporar la dimensión social y cultural para conseguir hábitos adecuados en toda la cadena alimentaria: desde la manera de producir los cultivos hasta lo que al final compramos en el supermercado o en el mercado, explica el investigador principal, añadiendo que las recomendaciones para promover las ventajas de esta dieta deberían incluir otras acciones como favorecer con medidas ciertos tipos de producción o evitar que la distribución se concentre en ciertas manos que favorezcan los productos procesados.
