Cada día vemos, compramos y consumimos un buen número de alimentos y platos que forman parte ya de nuestro entorno personal, que nos resultan naturalmente familiares y cercanos.
Sin embargo, no siempre conocemos el verdadero origen de ese plato o de su nombre, que en ocasiones se remonta a épocas muy lejanas.
Como, por ejemplo, el origen del espeto, una de las propuestas gastronómicas más típicas de la costa andaluza, especialmente en la zona de la Costa del Sol, cuya característica diferencial es que el pescado —tradicionalmente sardinas— se ensarta en una cañas finas y largas y se asa en la propia playa con un fuego de leña, y del que ayer sábado, como cada año, la localidad malagueña de Torremolinos acogió una nueva edición del Concurso de Espetos de la Costa del Sol.
El origen del espeto
Según la organización del concurso, esta elaboración culinaria tan característico y tradicional de las zonas costeras andaluzas se remonta al siglo XIX, cuando la provincia de Málaga vivía fundamentalmente de la pesca, y las sardinas eran un alimento para las familias con pocos recursos gracias a su bajo precio.
Los avances en el transporte convirtieron a Málaga en una zona turística y entonces fue cuando en 1883 Miguel Martínez Soler, también llamado ‘Migué el de las sardinas’, abrió su bar La Gran Parada, un chiringuito en el marinero barrio de El Palo, y comenzó a pinchar las sardinas en unas cañas y a asarlas clavando estas cañas ensartadas de pescado en la arena, junto al fuego, una iniciativa que, sin duda, marcó para siempre a la cocina malagueña.
Esta taberna atrajo a un gran número de personas, hasta el punto de que dos años después de su inauguración, en 1885, recibió la visita de gala del entonces rey de España, Alfonso XII, aprovechando que se encontraba en Málaga tras una visita oficial a la comarca de la Axarquía tras un grave terremoto.
Miguel Martínez sirvió un plato de espetos al rey y cuando se dispuso a comerlo con cubiertos, Miguel le interrumpió para avisarle de que se comía ‘con los deos’. A partir de ese momento, Miguel Martínez Soler se convirtió en el padre de los ‘espeteros’, una profesión que se traspasa de generación en generación.