El yacimiento íbero de una pequeña bodega del Penedès, Jean Leon, ha revelado restos arqueológicos singulares vinculados al vino, entre ellos la pieza más relevante es un bol con una inscripción en escritura ibérica, la tercera sobre cerámica más larga documentada, además de varias semillas de uva carbonizadas que certifican la práctica de la viticultura en la zona hace dos mil doscientos años.
Los trabajos arqueológicos realizados en el término municipal de Torrelavit (Barcelona), a raíz del descubrimiento fortuito de un yacimiento de época íbera de los siglos II-I a.C., han proporcionado “resultados extraordinarios, que sugieren acciones de tipo ritual o votivo”, según el arqueólogo Dani López, director de la cooperativa de investigación arqueológica del Penedès ArqueoVitis y responsable de la excavación, junto con Mireia Sabaté. La pieza más importante del yacimiento es un bol para beber vino con una inscripción en escritura ibérica, la tercera inscripción sobre cerámica más larga de todas las que se han documentado hasta la fecha en el mundo ibérico, aunque también se han encontrado otros elementos singulares en tres de los catorce silos excavados
“Este descubrimiento conecta el pasado vitivinícola del Penedès y el presente de la bodega Jean Leon; es muy ilusionante saber que en estos terrenos donde Jean Leon plantó sus viñas a principios de los años 60, ya vivía gente hace más de dos mil años que también cultivaba uva y hacía vino”, comenta Mireia Torres, directora de la bodega Jean Leon.
Restos arqueológicos en un yacimiento íbero
A pesar de que el bol estaba extremadamente fragmentado, se ha podido reconstruir la mayor parte de la inscripción, que empieza con las palabras Neitin iunstir, una expresión característica de la lengua ibérica que la mayoría de estudiosos interpretan como una forma de saludo o propiciatoria.
“Como se trata de una inscripción larga hecha antes de la cocción de la pieza y que empieza con la fórmula neitin iunstir, parece plausible pensar que su funcionalidad es religiosa, quizás votiva, en que neitin podría estar identificando a la divinidad mientras que iunstir podría ser un verbo que indicaría una acción propiciatoria. Es muy poco habitual encontrar inscripciones ibéricas, sobre todo de esta longitud, por eso es una lengua todavía muy desconocida”, comenta el arqueólogo Dani López. De hecho, según Dr. Joan Ferrer, especialista en epigrafía paleohispánica, “las inscripciones ibéricas se pueden transcribir, puesto que se conoce el valor de los signos, pero no se pueden traducir, ya que no disponemos de ninguna lengua suficientemente próxima que nos permita averiguar el significado de sus palabras”.
En el silo donde se ha descubierto la inscripción también se han localizado un conjunto de piezas cerámicas enteras como un cálato —un recipiente de cerámica de forma troncocónica y borde plano—, una jarrita bicónica formada por dos conos truncados unidos por la base y una asa, o varios vasos, así como restos de animales. Los restos arqueológicos más relevantes encontrados en los otros dos silos importantes del yacimiento son dos semillas carbonizadas de uva, concretamente de vitis vinífera, la miniatura de una cílica o copa griega para beber vino, y varias fusayolas o torteras para hilar. El silo de la uva también presenta restos singulares que denotan algún tipo de ritual o gran banquete.
En relación a la arqueología del vino, se han identificado ánforas ibéricas y romanas que indican que se consumía vino local y de importación, siendo estos recipientes una evidencia del transporte y almacenamiento del vino. También han aparecido otros restos cerámicos vinculados con el servicio y el consumo del vino, como las jarras, una miniatura de crater —donde se mezclaba el vino con agua— y otra de cílica (copa), así como boles y vasos, además de las semillas carbonizadas de vitis vinifera que certifican que se practicaba la vitivinicultura en el yacimiento.
Durante la excavación del resto de silos se han identificado otros restos que proporcionan, indirectamente, información sobre las actividades de los primeros habitantes de la finca, como una arma arrojadiza o jabalina llamada pilum, molinos harineros de piedra del tipo rotatorio, hachas y esmeriladora de piedra, así como gran cantidad de carbones de madera que permitirán conocer, mediante su análisis, cuáles eran los bosques y la situación paleoambiental del territorio en la época.
