El destructivo tsunami sufrido por Japón el pasado 11de marzo ha tenido y sigue teniendo una clara repercusión en el mercado pesquero nipón. Aunque los distribuidores japoneses aseguran que las cifras, tanto de ventas internas como de exportaciones, han mejorado respecto a la importante caída sufrida en los primeros días de la crisis nuclear, la […]
El destructivo tsunami sufrido por Japón el pasado 11de marzo ha tenido y sigue teniendo una clara repercusión en el mercado pesquero nipón. Aunque los distribuidores japoneses aseguran que las cifras, tanto de ventas internas como de exportaciones, han mejorado respecto a la importante caída sufrida en los primeros días de la crisis nuclear, la afición mundial por el sushi y otras variedades de pescado crudo ha descendido notablemente.
Hasta el momento, todos los controles de seguridad realizados a los pescados y mariscos procedentes de Japón han dado negativos. A pesar de ello, los consumidores, especialmente los asiáticos, siguen manteniendo sus reservas respecto al consumo de estos productos, hasta el punto de que un conocido restaurante de Taiwán ha llegado a facilitar a sus clientes medidores de radioactividad Geiger para que puedan comprobar personalmente sus pedidos de sushi.
En Tokio se impusieron la autolimitación
En la propia ciudad de Tokio, los múltiples estaurantes de sushi que en ella operan se auto impusieron al inicio de la crisis la filosofía del llamado jishuku, una especie de autolimitación que pasado el tiempo se han visto obligados a replantearse, ante las denuncias de los pescadores que argumentaban que se estaba poniendo en peligro todos sus esfuerzos de recuperación de la actividad, tras haber logrado en pocos días recuperar y reconstruir sus barcos y puertos.
Estudios de Greenpeace
Por otra parte, según estudios realizados por Greenpeace en aguas cercanas a la central de Fukushima, los niveles de radiactividad en otro elemento fundamental de la dieta japonesa, como son las algas marinas, son preocupantes.
En cuanto a los pescados y mariscos, la ONG asegura que muestran niveles de radiactividad por encima de los límites legales, aunque añaden que las lecturas de cesio – el elemento que supondría un mayor riesgo por su alta duración en el tiempo- fueron menores de lo esperado.