Entre los efectos que el cambio climático puede provocar en el sector vitivinícola, se encuentra la posibilidad de que se obtengan unos vinos de mayor graduación alcohólica y de menor acidez, debido a las altas temperaturas y al estrés híbrido en las vides, además de provocar una erosión genética del cultivo.
Efectos del cambio climático en el cultivo de la vid a los que la Comunidad de Madrid ha querido anticiparse fomentando una serie de trabajos de investigación a través del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA).
En esta línea, y a lo largo de unas jornadas organizadas por el IMIDRA sobre la influencia del cambio climático en el cultivo de la vid y sobre las estrategias para mitigar sus efectos, y celebradas el pasado viernes en el Centro de Innovación Gastronómica de la Comunidad de Madrid, se presentó el proyecto MINORVIN, orientado a la valoración de variedades minoritarias de vid y de su potencial para la diversificación vitivinícola y de resiliencia al cambio climático. Un proyecto que cuenta con la participación de dieciséis centros de investigación procedentes de distintas comunidades autónomas y con más de cincuenta variedades de vid de todas las regiones españolas.
Cultivo de la vid y cambio climático
Una de las grandes preocupaciones en el ámbito vitivinícola mundial es la disminución del número de variedades de vid cultivadas y la desaparición de otras muy antiguas, causada por factores como el bajo número de variedades admitidas en las Denominaciones de Origen o las ayudas a la reconversión de los viñedos, que potencia la eliminación de aquellos más viejos y con más diversidad genética.
Asimismo, algunos efectos del cambio climático en este sector provocan que los vinos sean de mayor graduación alcohólica y de menor acidez, debido a las altas temperaturas y al estrés híbrido en las vides. Todo esto conlleva una erosión genética del cultivo y, como consecuencia, un grave peligro de extinción en las variedades autóctonas.
En este sentido, el objetivo del proyecto MINORVIN, lideradas es estudiar las variedades autóctonas, un patrimonio clave y un recurso potencial de cara a alcanzar la mejora y el enriquecimiento la cultura vitivinícola y la economía, así como la lucha contra los efectos del cambio climático sobre el cultivo de la vid. Un esfuerzo conjunto con el que se pretende valorar nuevas variedades prácticamente extinguidas, de cara a buscar adaptaciones al cambio climático.
