Las carnicerías situadas en las zonas rurales se encuentran entre los establecimientos más afectados por la pandemia. Ubicadas muchas de ellas en áreas de interés turístico, eran las encargadas de proveer no solo al visitante, sino a los restaurantes de la zona, repletos de turistas en fines de semana, puentes y vacaciones, y también de abastecer a las familias que acudían de manera regular a la zona.

Y, aunque todo apunta a que este año el turismo interior está siendo el preferido de muchos españoles como destino vacacional, sin embargo, la facturación que en las carnicerías rurales tradicionalmente se debía a sus clientes de hostelería no se ha recuperado y se encuentra muy por debajo que en años anteriores.

Al menos así lo aseguran desde Cedecarne —la Confederación Española de Detallistas de la Carne, asociación que representa a más de 25.000 empresas artesanales de carnicería charcutería—, explicando que, efectivamente, la hostelería, clave para la facturación del comercio especializado de la carne, no cuenta con tanta clientela como otros años y la cancelación de fiestas patronales o campamentos de verano tampoco ayuda, hechos que no permiten al sector ser muy optimista.

El verano para las carnicerías rurales

Es el caso de uno de los negocios asociados a Cedecarne, que cuenta con dos carnicerías en las montañas de Huesca, que en relación a la diferencia entre los comercios tradicionales en una ciudad y en un pueblo, su responsable cree que “en la ciudad los establecimientos llevan ventaja, porque frente al escaparate siempre pasa más gente, mientras que en las zonas rurales el cliente necesita ser atraído por otros medios”, y que el futuro de establecimientos como los suyos pasa por el contacto directo, por lo que está considerando poner en marcha una página web.

Los son algunas de las claves de las carnicerías rurales En otro lugar bien distinto del anterior, en provincia de Ávila, una carnicería de una familia de carniceros tradicional y también de ganaderos especializados en los cortes tradicionales y la exposición de la carne fresca asegura que durante la pandemia perdieron un 40 % de sus ventas debido al cierre de la hostelería —a la que servían ternera y el famoso Tostón de Arévalo— y también a la falta de clientes que son habituales los fines de semana por las segundas residencias. Aparte de la cancelación de todas las fiestas de los pueblos que, aseguran, “va a suponer una bajada en la facturación del verano, ya que eran muchos los ayuntamientos o peñas que nos pedían productos cárnicos para algunas de sus celebraciones. Además, la gente está rara, no hay jaleo por las calles, por lo que el verano está siendo atípico”.

Y, finalmente, un tercer ejemplo, una carnicería en la provincia de León cuyo responsable explica que “la pandemia fue dura por la falta de clientes de fin de semana y venta a hostelería, pero que ahora se está recuperando gracias a los visitantes que siguen pidiendo productos típicos de la zona y que se llevan de vuelta a sus casas. Especializados en productos tradicionales asturianos como el cachopo o los chorizos criollos, asegura que el ticket de compra medio es menor que en las áreas rurales: “los clientes urbanos acuden menos veces a comprar y además compran menos cantidad en cada visita”.

Resumen
Malas previsiones veraniegas también para las carnicerías rurales
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Malas previsiones veraniegas también para las carnicerías rurales
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Las carnicerías rurales se encuentran entre los más afectados por la pandemia. Ubicadas muchas de ellas en áreas de interés turístico, eran las encargadas de proveer no solo al visitante, sino a los restaurantes de la zona, repletos de turistas en fines de semana, puentes y vacaciones
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