Aguas de Mondariz cumple 145 años de historia y ha querido celebrarlo vistiendo de gala su agua mineral natural, con el lanzamiento de una botella muy especial, que ha diseñado en exclusiva la marca de cerámica Sargadelos, y de la que se han elaborado únicamente 400 unidades numeradas.
La botella cuenta con un original diseño, con los colores blanco y azul tradicionales de la marca de cerámica, que se inspira en los símbolos más representativos de Aguas de Mondariz. La parte superior representa la cúpula de la fuente de Gándara y la parte inferior las barras de la fuente de Troncoso, las primeras fuentes de las que se ha envasado el agua mineral natural. Además, la botella incorpora los dos logotipos históricos de la marca: Hijos de Peinador y el “agüista” abrazando la botella.
Esta botella es el resultado de la unión perfecta de dos marcas tradicionales, con una amplia trayectoria, que comparten compromisos como mantener y proteger la excelencia de los productos que ofrecen a sus clientes. El precio de cada botella de esta edición limitada es de 70 euros.
Dos marcas con historia
Desde sus orígenes, la historia de Aguas de Mondariz gira en torno a la explotación de sus aguas mineromedicinales. En 1873 se obtiene la Declaración de Utilidad Pública del agua de Mondariz y desde 1877 se envasa el agua mineral en la planta de envasado situada en ese momento en el edificio anexo al manantial.
Durante muchos años la actividad de la compañía se ha desarrollado paralelamente a la actividad del Balneario, el más moderno centro balnearioterápico de Galicia y situado en el privilegiado Valle del Tea. La creciente demanda de los agüistas que visitaban el Balneario fue determinante para que se iniciara el embotellamiento y comercialización del agua de sus manantiales, creándose un negocio de reconocido prestigio, paralelo a la actividad termal. Ambos negocios mantienen hoy su independencia y continúan siendo referentes en cada uno de sus ámbitos.
Por su parte, la Cerámica de Sargadelos surgió de la iniciativa ilustrada de Antonio Raimundo Ibáñez en los primeros años del siglo XIX, con la inauguración de una fábrica de loza en esa parroquia del ayuntamiento de Cervo (Lugo) en el año 1806. El proyecto le permitió desarrollar su gusto refinado por las Artes Plásticas al mismo tiempo que aprovechar la oportunidad de mercado que supuso el cese de las importaciones de loza “Bristol” inglesas.
