Con motivo de la celebración mañana sábado, 22 de mayo, del Día internacional de la diversidad biológica, la organización internacional Slow Food ha presentado su documento Si la biodiversidad está viva, el planeta también, en el que destaca los principales desafíos a los que se enfrenta nuestro planeta y presenta posibles soluciones.
Soluciones para mantener la biodiversidad que comienzan por la agroecología, una práctica que permite preservar y regenerar la fertilidad del suelo y reducir considerablemente el uso de productos químicos sintéticos en la agricultura, algo especialmente relevante también ayer jueves, que se celebraba el día mundial de las abejas. El 40 % de la producción agrícola depende de las polinizadoras y una gran parte de este trabajo lo llevan a cabo los insectos: abejas, avispas, mariposas, polillas, escarabajos, hormigas… y Europa está perdiendo una tercera parte de sus poblaciones de abejas y mariposas por culpa de los pesticidas, los monocultivos, el exceso de construcción, el cambio climático y el transporte de especies exóticas.
Biodiversidad y planeta
En lo que respecta a nuestra comida, estamos rodeados de biodiversidad, aunque no la veamos: los microorganismos del suelo garantizan su fertilidad, mientras que los alimentos fermentados, como el pan, el chocolate, el queso, el vino y la cerveza son producto de la biodiversidad microbiana. La fermentación se lleva a cabo gracias a la levadura, a hongos y bacterias que se encuentran en el suelo, en los pastos y en los entornos de producción. La levadura aumenta el contenido de nutrientes de los alimentos, los enriquece con flora microbiana probiótica y les proporciona unas características sensoriales únicas.
“Deberíamos celebrar la biodiversidad cada día, no solo el 22 de mayo, porque la biodiversidad es lo que permite a los sistemas agrícolas resistir y superar los problemas medioambientales, las pandemias y las crisis climáticas. Ofrece servicios esenciales para el ecosistema, como la polinización y la fertilidad del suelo. Permite producir alimentos con menos impacto sobre los recursos no renovables y menos influencias externas, como los pesticidas. Es esencial para nuestra supervivencia”, comenta Edie Mukiibi, vicepresidente de Slow Food.
En este sentido, hace más de veinte años que esta organización internacional trabaja en la biodiversidad que sustenta la agricultura y la producción alimentaria: especies y variedades de plantas, razas animales, insectos beneficiosos, microorganismos, ecosistemas, conocimientos y cultura. Fue una de las primeras organizaciones que centró la atención sobre la diversidad doméstica —variedades y especies cultivadas— y fue la primera en todo el mundo en considerar las técnicas de elaboración y los productos elaborados —como panes y quesos— como parte integral del patrimonio de nuestra biodiversidad.
