¿Cómo perciben la alimentación las personas con diversidad funcional que tienen dificultades para comer? ¿Qué impacto tiene en ellas la pérdida de sociabilidad asociada a los desafíos alimentarios que experimentan?
Son algunas de las cuestiones a las que buscaba respuesta el estudio Soledad culinaria en la dieta de las personas con diversidad funcional, elaborado por un equipo de investigadores liderado por Francesc Xavier Medina, catedrático de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), investigador principal del grupo Foodlab y compuesto, además, por Carmen Cipriano-Crespo, invitada de la Cátedra e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Castilla-La Mancha y Lorenzo Mariano-Juárez, de la Universidad de Extremadura, para lo que se han analizado los casos de veintisiete personas con diversidad funcional de entre 18 y 75 años.
Los resultados de la investigación, que se han publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health, indican que comer es crucial para nuestro desarrollo físico y social y que hacerlo en compañía de otros es esencial para crear y mantener el sentido de comunidad. Cuando comemos con compañía, el acto personal e íntimo de comer se transforma en una experiencia compartida y colectiva, de modo que la mesa puede convertirse en un escenario en el que se reproducen relaciones de parentesco o de amistad y se despliegan tradiciones, gustos y placeres comunes.
Los problemas de las personas con discapacidad a la hora de comer
Y en el caso de las personas con discapacidad, el informe recoge que se generan multitud de desafíos en la vida diaria de las personas afectadas. Algunos de ellos son bien conocidos, pero otros pasan desapercibidos, como los que afectan a la sociabilidad y a la autoestima en relación con la alimentación. En este sentido, los investigadores concluyeron que existen cuatro grandes grupos de impactos sociales y emocionales derivados de la dificultad de comer en grupo:
Soledad y guetización social. Algunos de los participantes en el estudio señalaron sentirse bajo el escrutinio de personas sin problemas alimentarios, lo que generaba que quisiesen retraerse o creaba situaciones de exclusión social y provocaba sentimientos de soledad. Este aislamiento no se produce cuando los alimentos y bebidas se consumen en un entorno en el que los participantes tienen dificultades similares a las suyas.
Sentimiento de carga y vergüenza. Comer en sociedad implica interactuar con los demás. Por ejemplo, pasándose comida, sirviéndose bebida unos a otros y compartiendo una historia. Sin embargo, los participantes en el estudio describieron haberse sentido como una carga, un obstáculo en el orden lógico de las cosas. Esto, a su vez, se ve asociado con sentimientos de vergüenza.
Autoexclusión de la mesa. Al sentarnos a comer mostramos nuestro yo interior, nuestras preocupaciones y nuestras diferencias ante aquellos con quienes compartimos la mesa. Así, cualquier dificultad se hace evidente con rapidez. Los participantes en el estudio señalaron que su diversidad funcional, que les impedía comer con normalidad, les convierte en extraños en la mesa. En consecuencia, a veces optan por retirarse de estas situaciones ante el miedo a las reacciones de los demás.
Distancia y percepción de la fealdad. En algunos casos, las personas participantes en el estudio tenían que ser alimentadas mediante sonda. En este sentido, la percepción de sí mismos en la mesa también se vio afectada, y algunos señalaron sentirse feos, así como haber sentido un sentimiento de rechazo. Estas situaciones están, a la vez, relacionadas con sentimientos de tristeza y soledad.
