Aranda de Duero calienta ya sus hornos de leña preparando así sus tradicionales Jornadas del Lechazo Asado que se celebrarán durante todo el mes de junio. Aunque esta localidad burgalesa cuenta con numerosos atractivos culinarios, en junio la estrella principal es el lechazo asado en horno de leña tradicional.
Durante este mes, los nueve asadores participantes en las Jornadas del Lechazo Asado elaborarán un menú específico a un precio de 37 euros: de primero, una selección de entrantes; como plato principal, un cuarto de cordero lechal, uno de los platos más representativos de la gastronomía de Castilla y León, acompañado de ensalada de la huerta; y para finalizar, un postre especial de la casa. Un sabroso menú que, además, viene regado con vino de la Denominación de Origen Ribera del Duero.
Entre los entrantes, propuestas como Huevo a 60º, papa frita, pil-pil de hongos tuber melanospórum y crispis violet, Croquetas de Boletus de la Sierra de la Demanda con jamón Ibérico, Chorizo de la olla, Crema vichysoisse con boletus y virutas de lechazo o Habitas tiernas con mollejas de lechazo y boletus, entre otras.
Y para los postres, Bizcocho de cerveza tostada, crema de arroz con leche de oveja churra y helado de galleta María, Sorbete de hierbabuena, Hojaldre a la crema con helado, Torrija caramelizada con crema de almendras y chupito de canela o Tarta de queso con su helado casero.
El protagonista de estas jornadas, el cordero lechal, cuenta con el sello de Indicación Geográfica Protegida (IGP) otorgado por el Consejo Regulador del Lechazo de Castilla y León que garantiza su alta calidad y avala el cumplimiento de unos requisitos comunes: debe tratarse de un cordero de entre 4 y 8 kilos de peso, de raza Churra, Ojalada o Castellana y de carne tierna, entre otros criterios de valoración.
Toda la información sobre los restaurantes participantes y sus diferentes propuestas de menús puede consultarse en esta dirección.
Un recorrido por Aranda
Aranda del Duero es una ciudad que, además de su reconocida tradición gastronómica forjada a partir de fogones tradicionales y recetas ancestrales que los maestros asadores han sabido preservar del paso del tiempo, posee también un rico patrimonio cultural y arquitectónico con sus calles empedradas, aromas inconfundibles, callejuelas, plazuelas y rincones ocultos, pero sobre todo, sus bodegas subterráneas.
La economía local ha girado históricamente en torno al vino, que era transportado por los arrieros en carros repletos de pellejos de cuero. La necesidad de almacenarlos obligó en el pasado a la construcción de intricados túneles que atravesaban la ciudad por debajo de las viviendas. Una gigantesca y laberíntica red de bodegas medievales que hoy en día todavía es posible visitar parcialmente.