Cuando se trata de clientes que quieren hacer fotografías de sus platos, el chef David Bouley (Buley Restaurant. Manhattan, Nueva York) lo ha visto casi todo. No se trata sólo de turistas extranjeros que, a pesar de sus enormes cámaras, tienden a ser muy discretos. Hay clientes que utilizan el flash, molestando a todo el […]
Cuando se trata de clientes que quieren hacer fotografías de sus platos, el chef David Bouley (Buley Restaurant. Manhattan, Nueva York) lo ha visto casi todo. No se trata sólo de turistas extranjeros que, a pesar de sus enormes cámaras, tienden a ser muy discretos. Hay clientes que utilizan el flash, molestando a todo el que esté a su alrededor y también quienes vienen equipados con sus ‘gorillapods’, esos pequeños y flexibles trípodes para utilizar en la propia mesa. Los hay, incluso, que llegan a subirse a la silla para hacer una toma cenital de los platos.
«Cuando ocurre esto, tenemos que intentar solucionarlo de inmediato o de lo contrario el restaurante se convertiría en un circo», segura el chef David Bouley en un artículo recientemente publicado por The New York Times.
Pero en lugar de decirles que no pueden fotografiar su comida — esos platos que están tan orgullosos de estar probando y que tienen que compartir inmediatamente con todos sus conocidos — Bouley ha tomado una inteligente decisión: llevárselos educadamente a la cocina con el argumento de que “la toma le va a salir mucho mejor si la hace directamente en la mesa de mármol de nuestro office”.
En lugar de negarse, lo que David Bouley ha conseguido con esta solución es plantear al ‘fotógrafo-comensal’ una nueva y apasionante aventura, como es la de adentrarse en los fogones, la ‘zona prohibida’, de un famoso restaurante.
Pero no todos los chefs o propietarios de un restaurante se muestran tan serviciales. El chef estrella David Chang (Momofuku) pertenece al grupo de restauradores que, o bien prohíben fotografiar sus platos — como ocurre en el mítico Momofuku Ko de Nueva York, con capacidad para tan solo12 comensales — o bien lleva a cabo una política ‘antiflashes’ que aplica en el Momofuku Seiobo de Sydney y en el Momofuku Shoto de Toronto).
Y no sólo Chang. Otros restaurantes de primer nivel, como los neoyorquinos Per Se (Thomas Keller) y Le Bernardin (Erick Ripert) o el británico Fat Duck (Heston Blumenthal) ‘animan’ insistentemente a sus clientes a no utilizar el flash en sus tomas fotográficas.
Por su parte, Moe Issa, propietario de Chef’s Table en Brooklyn Fare, asegura que tan solo unos meses después de abrir el local tuvo que prohibir las fotos, cuando llegaron a convertirse en una problemática distracción para el resto de comensales en un restaurante de 18 asientos: “Les explicamos que se trata de una mesa grande y que queremos que las personas a su alrededor puedan disfrutar de la comida, ya que pagan mucho dinero por ella; y que incluso supone una distracción también para el chef”.
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